¡VIVA + JESUS!
“LA
PAZ DE CRISTO EN EL REINO DE CRISTO”, magnífico objetivo de
Nuestro Santo Padre el Papa(*), y es María quien nos lo obtendrá,
María es la imagen de la paloma que llevó la rama de olivo al
patriarca Noé.
“Yo
reinaré a pesar de Satán y de sus secuaces”, prometió
Nuestro Señor a Santa Margarita María pero, como hijo amante, El no
reinará sin su Madre:
“Es por medio de la Santísima Virgen María que Jesucristo ha
venido al mundo y es así que por Ella debe Él reinar en el mundo”
(San
Luis de Montfort). Lógicamente, el reino del Corazón Inmaculado de
María debe preceder al reino del Sagrado Corazón dado que “María
es la aurora que precede y descubre al sol de justicia” (id).
Si
Nuestro Señor ha deseado la Consagración del género humano a su
Corazón Sagrado, es algo determinante de que Él desea un homenaje
idéntico al Corazón de su Madre, como Él confió a Santa Brígida:
“La Virgen
conformó su Corazón según mi Corazón... y esto porque mi Madre y
Yo obramos la salvación del hombre de tal forma que puede decirse
que hacemos un solo Corazón, quasi unum Corde”. Este
Corazón incomparable, obra maestra de la Santa Trinidad, se vuelve
el instrumento de la regeneración del mundo por la Encarnación, ya
que no es solamente que se hará la regeneración del mundo por
Cristo Rey: ¡es Aquella que nos ha dado a Cristo Salvador quien nos
da a Cristo vencedor!
Nosotros somos los hijos de María; la Consagración es un motivo de
reconocimiento de pertenencia decretado por el Salvador moribundo:
“¡HE AQUÍ A VUESTROS HIJOS! ¡HE AQUÍ A VUESTRA MADRE!”
Ser
proclamada solemnemente Reina del Universo, es derecho de María:
todos los padres de la Iglesia, todos los Santos reconocen su
grandeza sobre toda la Creación. San Bernardino de Siena proclama:
“El reinado de
María es así de vasto que después de la Trinidad, Ella manda en el
cielo, sobre la tierra y sobre los infiernos”. San
Anselmo, san Bernardo, San Buenaventura, etc., celebran y alaban su
realeza. Pero, como lo ha recalcado el señor presbítero Gilloz en
un estudio reciente (El Evangelio en la Vida), esta realeza exige de
la parte de sus súbditos un reconocimiento formal y oficial. Así
como el universo entero está consagrado al Sagrado Corazón y una
fiesta especial ha sido establecida en honor de Cristo-Rey, la
Iglesia es llamada a rendir el mismo culto al Corazón Inmaculado de
María Reina del Universo, ya que siempre hay en Ella un paralelismo
sorprendente entre los misterios de la vida de Nuestro Señor y el
culto que nosotros debemos darle a Él y a la Virgen Santa. Así, la
Iglesia celebra el nacimiento de Jesús y el de María, el Santo
Nombre de Jesús y el Santo Nombre de María, la Presentación de
Jesús y la Presentación de María al Templo, la Ascención y la
Asunción, etc. La Iglesia llama a Jesús nuestro Maestro, María
nuestra Soberana, Jesús nuestro Abogado, María nuestra Mediadora,
Jesús el Autor de la gracia, María la Madre de la gracia, etc. De
tal modo, como conclusión de sus bellas páginas, la Consagración
del género humano al Sagrado Corazón parece destinada a ser seguida
de la misma Consagración al Corazón Inmaculado de María.
¡Acelerémosla por nuestras ardientes oraciones!
“De
todo el magnífico tesoro de gracias que nos ha dado Nuestro Señor
Jesucristo, declaró
León XIII, sobre el Rosario en una de sus notables encíclicas, no
cederá ni un ápice, en el plan divino, sin la mediación de María”.
Ella
se impone más que nunca cuando se trata de obtener gracias
extraordinarias como la purificación y la renovación del mundo. La
victoria que nosotros queremos, es la victoria final sobre el
infierno desencadenado: solo María puede obtenérnosla. Pío IX
constató una verdad en todos los siglos y dió la prueba cuando
escribió: “La
Inmaculada Virgen María, puesta entre Cristo y la Iglesia, siempre
ha salvado al pueblo cristiano de las más grandes calamidades”
(Encíclica
del 2 de Febrero de 1849). Así como lo recalca San Juan Eudes: “Dios
nos ha amado hasta morir por nosotros, pero si en el Corazón de
Nuestro Señor se reconoce la justicia como un atributo de Dios ¡en
el de la Virgen Santa se ve la misericordia!”.
¡Corazón
doloroso y compasivo de María, mira la miseria de la humanidad, el
malestar espantoso de MILES DE MILLONES de almas que no pueden ser
partícipes de los beneficios de la Redención! Que vuestra
Paciencia, vuestra
Sabiduría,
vuestra
Misericordia
extienda
sobre el universo vuestro cetro maternal, ayúdanos a obtener esta
Consagración que deseamos!
EL
CIELO HA HABLADO
Esta
Consagración está preparada y ha sido nombrada por hechos
sobrenaturales del siglo pasado: en primer lugar, en 1830, la MEDALLA
MILAGROSA con los dos Corazones que María nos ha dado para que
podamos nosotros aprender a unir en ellos nuestro amor y darles
nuestro culto. Ella mostró sus pies sobre el globo terráqueo, que
es su prerrogativa, y las manos repletas de gracias. “Que bello
será, repetía la Vble. Catalina Labouré, de entender el dicho:
“¡María es la
Reina del Universo!”.
En
1836, gracias a la intervención divina de N. SRA. DE LAS VICTORIAS,
se confirmaron claramente los designios de Dios tocantes a la
glorificación del Corazón de María: “Consagra
todo el templo y tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de
María”, se
oyó repetir dos veces, antes y después de la misa, por una voz fuerte
al párroco acobardado por la irreligiosidad de sus parroquianos, y
así fue como la piedad refloreció magníficamente en las almas a
partir de esta Consagración. ¡Anuncio de gracias que transformarán
el universo consagrado a María!
En
1846, a una Hija de San Vicente de Paúl, Nuestro Señor le entregó
el ESCAPULARIO DE LA PASIÓN, que junta en uno de sus lados el Corazón
agonizante de Jesús y el Corazón compasivo de María, rodeados de
la invocación: “¡Sagrados
Corazones de Jesús y de María, protegednos!”.
En
1876, es en PELLEVOISIN donde María vino a afirmar, después de un
milagro repentino de curación, su poder sobre el Corazón de su Hijo
al mismo tiempo que su bondad: “Yo
soy toda misericordiosa y Dueña de mi Hijo... Su Corazón está tan
pleno de amor por el mío que no rechazará lo que le pida... Por mí
el tocará los corazones más endurecidos”. POR
MI: ¡Ah! ¡Cuando el mundo esté entre sus manos, que no hará María
para salvarlo!
Todos
estos hechos llevan la firma de Dios: estos milagros renombrados
tienen un origen divino. Cuando el Cielo interviene así de diversas
formas, es para que nosotros abramos los ojos sobre los puntos
inadvertidos: la
unión de los Santos Corazones, de
una parte, que nada puede ni debe separar, de la otra, el
poder del Corazón Inmaculado. “¡REINAD
SOBRE NOSOTROS MARÍA, VOS Y VUESTRO DIVINO HIJO!”.
LLAMAMIENTO
A TODAS LAS ALMAS MARIANAS
Meditemos
esto: todos, sobretodo los más humildes, tenemos el poder, y el
deber de acelerar el triunfo de nuestra Madre por nuestras oraciones
y nuestro apostolado. La oración y la súplica, junto a las
inmolaciones y los sacrificios escondidos, he ahí la parte de los
fieles en las decisiones de la Santa Iglesia, cada vez que ella
decore con una nueva flor la frente radiante de María. El Espíritu
Santo quiere que estas gracias estén siempre disponibles, nunca
impuestas, sino buscadas fervientemente...Veni
et coronaberis! ¡Venid y seréis coronada, oh
María, Reina de todos los corazones por la
Consagración del género humano a vuestro Corazón Inmaculado! ¡ES
NECESARIO QUE EL REINE! ¡ES NECESARIO QUE ELLA REINE! OPORTET:
¡EL DEBE, EL DEBE! Junto
al Santo Cura de Ars, quien hizo la oración de todas las horas,
repitiendo a menudo: ¡OH MARIA, QUE TODAS LAS NACIONES TE
GLORIFIQUEN, QUE TODA LA TIERRA INVOQUE Y BENDIGA VUESTRO CORAZÓN
INMACULADO!
D. S. B.
Nihil
obstat.
G.
Geslin,
censor
PUEDE
IMPRIMIRSE
Séez,
17 de Abril de 1931.
Can.
LECONTE, v.g.
(*) Nota.- Pío XI.