martes, 18 de julio de 2017

"La Consagración del género humano al Corazón Inmaculado de María"

¡VIVA + JESUS!



“LA PAZ DE CRISTO EN EL REINO DE CRISTO”, magnífico objetivo de Nuestro Santo Padre el Papa(*), y es María quien nos lo obtendrá, María es la imagen de la paloma que llevó la rama de olivo al patriarca Noé.

“Yo reinaré a pesar de Satán y de sus secuaces”, prometió Nuestro Señor a Santa Margarita María pero, como hijo amante, El no reinará sin su Madre: “Es por medio de la Santísima Virgen María que Jesucristo ha venido al mundo y es así que por Ella debe Él reinar en el mundo” (San Luis de Montfort). Lógicamente, el reino del Corazón Inmaculado de María debe preceder al reino del Sagrado Corazón dado que “María es la aurora que precede y descubre al sol de justicia” (id).

Si Nuestro Señor ha deseado la Consagración del género humano a su Corazón Sagrado, es algo determinante de que Él desea un homenaje idéntico al Corazón de su Madre, como Él confió a Santa Brígida: “La Virgen conformó su Corazón según mi Corazón... y esto porque mi Madre y Yo obramos la salvación del hombre de tal forma que puede decirse que hacemos un solo Corazón, quasi unum Corde”. Este Corazón incomparable, obra maestra de la Santa Trinidad, se vuelve el instrumento de la regeneración del mundo por la Encarnación, ya que no es solamente que se hará la regeneración del mundo por Cristo Rey: ¡es Aquella que nos ha dado a Cristo Salvador quien nos da a Cristo vencedor!
Nosotros somos los hijos de María; la Consagración es un motivo de reconocimiento de pertenencia decretado por el Salvador moribundo: “¡HE AQUÍ A VUESTROS HIJOS! ¡HE AQUÍ A VUESTRA MADRE!”

Ser proclamada solemnemente Reina del Universo, es derecho de María: todos los padres de la Iglesia, todos los Santos reconocen su grandeza sobre toda la Creación. San Bernardino de Siena proclama: “El reinado de María es así de vasto que después de la Trinidad, Ella manda en el cielo, sobre la tierra y sobre los infiernos”. San Anselmo, san Bernardo, San Buenaventura, etc., celebran y alaban su realeza. Pero, como lo ha recalcado el señor presbítero Gilloz en un estudio reciente (El Evangelio en la Vida), esta realeza exige de la parte de sus súbditos un reconocimiento formal y oficial. Así como el universo entero está consagrado al Sagrado Corazón y una fiesta especial ha sido establecida en honor de Cristo-Rey, la Iglesia es llamada a rendir el mismo culto al Corazón Inmaculado de María Reina del Universo, ya que siempre hay en Ella un paralelismo sorprendente entre los misterios de la vida de Nuestro Señor y el culto que nosotros debemos darle a Él y a la Virgen Santa. Así, la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús y el de María, el Santo Nombre de Jesús y el Santo Nombre de María, la Presentación de Jesús y la Presentación de María al Templo, la Ascención y la Asunción, etc. La Iglesia llama a Jesús nuestro Maestro, María nuestra Soberana, Jesús nuestro Abogado, María nuestra Mediadora, Jesús el Autor de la gracia, María la Madre de la gracia, etc. De tal modo, como conclusión de sus bellas páginas, la Consagración del género humano al Sagrado Corazón parece destinada a ser seguida de la misma Consagración al Corazón Inmaculado de María. ¡Acelerémosla por nuestras ardientes oraciones!

“De todo el magnífico tesoro de gracias que nos ha dado Nuestro Señor Jesucristo, declaró León XIII, sobre el Rosario en una de sus notables encíclicas, no cederá ni un ápice, en el plan divino, sin la mediación de María”. Ella se impone más que nunca cuando se trata de obtener gracias extraordinarias como la purificación y la renovación del mundo. La victoria que nosotros queremos, es la victoria final sobre el infierno desencadenado: solo María puede obtenérnosla. Pío IX constató una verdad en todos los siglos y dió la prueba cuando escribió: “La Inmaculada Virgen María, puesta entre Cristo y la Iglesia, siempre ha salvado al pueblo cristiano de las más grandes calamidades” (Encíclica del 2 de Febrero de 1849). Así como lo recalca San Juan Eudes: “Dios nos ha amado hasta morir por nosotros, pero si en el Corazón de Nuestro Señor se reconoce la justicia como un atributo de Dios ¡en el de la Virgen Santa se ve la misericordia!”.
¡Corazón doloroso y compasivo de María, mira la miseria de la humanidad, el malestar espantoso de MILES DE MILLONES de almas que no pueden ser partícipes de los beneficios de la Redención! Que vuestra Paciencia, vuestra Sabiduría, vuestra Misericordia extienda sobre el universo vuestro cetro maternal, ayúdanos a obtener esta Consagración que deseamos!

EL CIELO HA HABLADO

Esta Consagración está preparada y ha sido nombrada por hechos sobrenaturales del siglo pasado: en primer lugar, en 1830, la MEDALLA MILAGROSA con los dos Corazones que María nos ha dado para que podamos nosotros aprender a unir en ellos nuestro amor y darles nuestro culto. Ella mostró sus pies sobre el globo terráqueo, que es su prerrogativa, y las manos repletas de gracias. “Que bello será, repetía la Vble. Catalina Labouré, de entender el dicho: “¡María es la Reina del Universo!”.

En 1836, gracias a la intervención divina de N. SRA. DE LAS VICTORIAS, se confirmaron claramente los designios de Dios tocantes a la glorificación del Corazón de María: “Consagra todo el templo y tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María”, se oyó repetir dos veces, antes y después de la misa,  por una voz fuerte al párroco acobardado por la irreligiosidad de sus parroquianos, y así fue como la piedad refloreció magníficamente en las almas a partir de esta Consagración. ¡Anuncio de gracias que transformarán el universo consagrado a María!

En 1846, a una Hija de San Vicente de Paúl, Nuestro Señor le entregó el ESCAPULARIO DE LA PASIÓN, que junta en uno de sus lados el Corazón agonizante de Jesús y el Corazón compasivo de María, rodeados de la invocación: “¡Sagrados Corazones de Jesús y de María, protegednos!”.

En 1876, es en PELLEVOISIN donde María vino a afirmar, después de un milagro repentino de curación, su poder sobre el Corazón de su Hijo al mismo tiempo que su bondad: “Yo soy toda misericordiosa y Dueña de mi Hijo... Su Corazón está tan pleno de amor por el mío que no rechazará lo que le pida... Por mí el tocará los corazones más endurecidos”. POR MI: ¡Ah! ¡Cuando el mundo esté entre sus manos, que no hará María para salvarlo!

Todos estos hechos llevan la firma de Dios: estos milagros renombrados tienen un origen divino. Cuando el Cielo interviene así de diversas formas, es para que nosotros abramos los ojos sobre los puntos inadvertidos: la unión de los Santos Corazones, de una parte, que nada puede ni debe separar, de la otra, el poder del Corazón Inmaculado. “¡REINAD SOBRE NOSOTROS MARÍA, VOS Y VUESTRO DIVINO HIJO!”.

LLAMAMIENTO A TODAS LAS ALMAS MARIANAS

Meditemos esto: todos, sobretodo los más humildes, tenemos el poder, y el deber de acelerar el triunfo de nuestra Madre por nuestras oraciones y nuestro apostolado. La oración y la súplica, junto a las inmolaciones y los sacrificios escondidos, he ahí la parte de los fieles en las decisiones de la Santa Iglesia, cada vez que ella decore con una nueva flor la frente radiante de María. El Espíritu Santo quiere que estas gracias estén siempre disponibles, nunca impuestas, sino buscadas fervientemente...Veni et coronaberis! ¡Venid y seréis coronada, oh María, Reina de todos los corazones por la Consagración del género humano a vuestro Corazón Inmaculado! ¡ES NECESARIO QUE EL REINE! ¡ES NECESARIO QUE ELLA REINE! OPORTET: ¡EL DEBE, EL DEBE! Junto al Santo Cura de Ars, quien hizo la oración de todas las horas, repitiendo a menudo: ¡OH MARIA, QUE TODAS LAS NACIONES TE GLORIFIQUEN, QUE TODA LA TIERRA INVOQUE Y BENDIGA VUESTRO CORAZÓN INMACULADO!

D. S. B.


Nihil obstat.

G. Geslin,
censor

PUEDE IMPRIMIRSE
Séez, 17 de Abril de 1931.

Can. LECONTE, v.g.


(*) Nota.- Pío XI.