lunes, 28 de agosto de 2017

"Asociación de amor a María Santísima"

¡VIVA + JESUS!



El que sea sencillo, que venga a mí (Prov. 9, 4)
Yo soy la madre del Amor hermoso (Eccli. 24, 24)



Me dirijo a todos vosotros, mis compañeros de destierro, que tenéis sed del agua de la vida eterna. Venid; os descubriré sin envidia mi secreto, os descubriré una fuente que he encontrado y que tantas veces ha refrigerado mi alma, comunicándole valor y fuerza para correr pronto y sin trabajo al monte santo de la perfección. Me mueve a manifestaros este mi secreto, el deseo de que todos participen de los grandes bienes que de él han provenido a mi alma y de hacer amar a María, mi dulcísima Madre, a la cual debo mi existencia en lo físico y en lo moral.

Consiste este secreto en ir a descansar todos los días unos minutos a solas a los pies de nuestra querida Madre, haciéndole –aparte de los obsequios con que la suele honrar todo buen cristiano, y particularmente el de la recitación del Santo Rosario– dos visitas diarias, una por la mañana y otra por la tarde, en el modo que os mostraré. ¡Oh, qué dulce es descansar junto a la que nos ama tanto, que si nosotros nos diéremos cuenta de este amor tan sincero, tan desinteresado, tan constante, no nos afligiríamos más por ningunas de las cosas penosas de la vida.

Modo de hacer las visitas.

Todos los que quieran tomar parte en esta santa sociedad de amor, destinen en un lugar de su casa apartado, o en su aposento, una imagen de la Inmaculada, para la visita de la mañana, y una de la Dolorosa para la de la tarde; y en el primer momento libre que cada uno tenga, solo –pues siendo visita de amor, el amor no quiere testigo– vaya a postrarse delante de María. Habrá circunstancias, en que no podrá hacerse la visita a la imagen destinada: entonces hágase a otra, en lo posible, bajo el mismo título. A veces puede ocurrir, o por estar en compañía de otras personas, o por estar de viaje, que no se pueda hacer ni aún de este modo; entonces se hace en espíritu. Con un vuelo de amor se va a los pies de nuestra Madre que nos espera a la cita de amor. De este último modo ha de ser raras veces, pues es justo que también el cuerpo se postre y obsequie a su Señora y Reina. Jamás, por ningún motivo, se ha de dejar, pues dejándola se haría esperar a la amada Señora, a la que hemos dado palabra de visitarla y que tanto desea y espera nuestra visita para llenarnos de las gracias divinas. Si sucediere, especialmente en los principios hasta que uno se haya acostumbrado, que se nos olvidare, conviene pedir perdón a la primera visita que se haga, diciendo humildemente nuestra culpa e imponiéndonos algunas penitencias, por ejemplo: una Salve con los brazos en cruz…, esta hermosa plegaria, que en su brevedad expresa tantos y tan tiernos sentimientos. También sería bueno decir nuestra falta al confesor, cuando nos confesamos, no porque sea ningún pecado, mas, para acostumbrarnos a ser más atentos y no dar a Nuestra Señora una cita en vano. Pero os aseguro que si tenéis buena voluntad, muy pronto tomareis esta santa costumbre, o mejor dicho, sentiréis la necesidad de acudir a María. Ella misma os hará sentir un dulce llamamiento interior para ir a postraros a sus pies, y descansar unos instantes junto a su corazón, que conoce como ninguno nuestros dolores, nuestras angustias y penas, y puede aliviarlas; y así os dirá interiormente: “Bienaventurado el hombre que me oye, y que viene todos los días a velar a mi puerta”… Ella sabe las pruebas que os esperan, la fuerza que necesitáis para luchar con los enemigos, que acaso dentro de pocas horas o pocos minutos os han de asaltar.

María, fuente del agua de la vida eterna, con su suave riego, dispondrá vuestra alma para recibir con provecho las gracias del Señor y sostener firmes las pruebas y contrariedades de la vida. ¡Cuántas veces he probado yo la verdad de lo que os digo! Sentía mi espíritu acobardado; de todo temía, me asustaba, temblaba. Iba a María y después de la visita cambiaba enteramente. Probadlo y no tendréis más temor, ni de la Cruz ni de los enemigos; la paz del Señor os acompañará en todas partes y os sentiréis felices en medio del sufrimiento.

Intenciones para la visita de la mañana.

Postrados de rodillas delante de una imagen de la Inmaculada Madre nuestra, considerad nuestra alma como una tierra árida, sin agua, y a la Santísima Virgen, como la fuente del agua viva, que espera corazones sobre quienes derramarla para que florezcan en ellos, como en otros tantos místicos jardines, las flores y frutos de las virtudes en donde se recree Ella y su Divino Hijo. Ofrecedle todo vuestro ser, pidiéndole que con los resplandores de su inmaculada pureza, ilumine los senderos en que hemos de andar, a fin de que, cuando volvamos a sus pies en la siguiente visita, nada encuentre en nosotros indigno de sus purísimos ojos. Pedidle su asistencia en los asuntos particulares que tengamos entre manos, sean nuestros o de otros, habladle, en una palabra, según las circunstancias en que nos encontremos o las disposiciones de nuestro espíritu, con la confianza de un hijo con la madre más amante y cariñosa. Rogadla que viva en nosotros con su humildad, con su paciencia, con su obediencia, con su dulzura para atraer a Dios las almas, con su caridad para con todos, mas sobre todo con su ardiente amor a Dios. No es necesario expresar con palabras todo esto; la intención que nos lleva a sus pies, ya lo dice y bien lo entiende su maternal corazón. El amor habla poco y muchas veces nada, porque la lengua del amor es el corazón, acordándonos de que el amor nos ha conducido a los pies de María y sólo amor es lo que queremos; el cual se lo pediremos con un beso, señal de la más frecuente que usan los pequeñitos con sus madres, cuando saben hablar, para pedirle su amor. Y ¡qué pequeñitos somos nosotros delante de la excelsa Madre de Dios! Queriendo decir todo esto con una breve fórmula, se podrá usar la siguiente:

Oración para la visita de la mañana.


Oh Inmaculada Madre de Jesús y Madre mía, María, yo me consagro todo a Vos sin reserva, aceptad la oferta y tomad de mí posesión, continuando en mí, como en vuestra vida mortal, amando a Dios y a los hombres y haciendo bien a todos. Bendecidme, oh Madre, y concededme morir, un día, de amor en vuestros brazos.
(Reflexiónese un poco y dígase): Virgo fidelis, ora pro nobis. Y una o tres Avemarías. (La jaculatoria y las Aves, se rezan con la intención de pedir para todos los socios la fidelidad en el amar a María).

Intenciones para la visita de la tarde.

La visita de la tarde se hará en la misma forma que la de la mañana, excepto que ha de ser ante una imagen de la Dolorosa, que la represente en el Calvario o con Jesús muestro en los brazos, o sola al pie de la Cruz. En esta visita nuestro corazón ha de estar lleno de amor y de dolor considerando la desolación grande como la mar, en que nosotros hemos puesto a nuestra Madre. Todos los dolores de la vida humana comparados con los de María son como sombras. “¿Quién se compara a Ti?...” Le pediremos humildemente que por sus dolores sea nuestra luz cuando camináremos en las sombra de la muerte, Aunque camine por cañadas oscuras”, y que nos dé en aquella hora la serenidad y la calma de su corazón cuando vio sumergirse en la alta mar de la Pasión a su Santísimo Hijo, rogándole con la más viva confianza nos conceda las gracias expresadas en la siguiente oración:

Oración para la visita de la tarde.


Afligidísima Madre de Jesús y Madre mía María, por el dolor que sufristeis en las tres horas, cuando asististeis a la muerte de Jesús, asistidme en mi última hora.– Por el dolor que sentisteis al recibir a Jesús muerto en vuestros purísimos brazos, concededme recibirle Sacramentado en mi corazón, en la hora en que deberá ser mi Juez.– Por el dolor que tuvisteis en la soledad, después del entierro de Jesús, estad conmigo, no me dejéis solo en el juicio particular; tomadme en vuestros brazos y decid a vuestro Hijo, que la sentencia que pronuncie sobre mi sea la de ser yo llevado al cielo en vuestros mismos brazos maternos.

María, Madre de gracia, Madre de Misericordia,
En la vida y en la muerte, ampáranos gran Señora.

3 Avemarías, etc. (La jaculatoria y Aves con la misma intención que en la mañana, para todos los socios)1

Pretextos de que se valdrá el demonio para impedir que se tome parte en la asociación o se persevere en ella.

Siendo el demonio un rey destronado y nosotros los destinados a ocupar la silla que él ha perdido, síguese que la rabia de este espíritu de las tinieblas contra nosotros sea grande y continua. No pudiendo nada contra el Dios que le arrojó a los infiernos, ni con la Madre del mismo Dios, María Inmaculada, que con su pie virginal le aplastó la cabeza, desahoga su furor contra los hombres persiguiendo la imagen de Dios que ve en nosotros y poniéndonos obstáculos en los caminos que a Él nos llevan. Y como uno de los medios más aptos es amar tiernamente a María, por lo tanto, no es de extrañar, que con falsos pretextos nos aleje de su amor. Los más ordinarios de que se servirá para impedir que se tome parte, o se persevere en esta santa asociación de amor a María, serán las tres siguientes:

Falta de tiempo. – Nos sugerirá que bastantes devociones tenemos ya, y no se podrá cumplir o se hará con perjuicio de las obligaciones de nuestro estado, etc., etc. – Yo os lo aseguro y la experiencia mejor os lo mostrará, cuán falso pretexto sea este. Después de haber recibido la bendición de María, por la tranquilidad y calma que ésta producirá en nuestro espíritu y la paz que inundará nuestro corazón, nos encontraremos mucho mejor dispuestos para cualquier ocupación, sea material o intelectual, y mucho más para trabajar por la gloria del Dios de la paz. Además, para cumplir nuestro compromiso, o cita de amor, no se requiere más que cuatro o cinco minutos; y cuando ni aún se pueda disponer de ese breve tiempo, nuestra Madre bien sabe compadecernos y se contentará con que nos presentemos a sus pies diciéndole con sencillez estas pocas palabras: “Madre mía, soy tuyo; no tengo más tiempo para decirte que te amo, y pedirte tu bendición”. Esto, en un minuto o dos puede hacerse, y con calma suficiente para animarlo con el espíritu interior necesario, sin el cual nuestras oraciones, ni breves, ni largas, tendrán ningún valor.

El no sentir gusto sensible. – Procurará persuadirnos el enemigo que nuestros obsequios, hechos con tanta frialdad, no son aceptos a María y a nosotros de ningún provecho. ¡Nada más falso! El amor es libre y reside en la voluntad. Nadie nos arrastra por la fuerza a los pies de María; por lo tanto, si vamos, hemos tenido primero que quererlo con un acto libre de nuestra voluntad, y ese acto es amor, el más puro y sincero. ¡Dichosos nosotros si perseveramos de este modo hasta la muerte! Señal es de que en la eternidad se nos quieren dar a gozar más abundantemente las dulzuras y ternuras del amor de nuestra dulcísima Madre.

3º El tercer medio con que se procurará engañarnos el demonio, será hacernos parecer que éstas sean cosas de niños y de mujeres. Quien así lo creyere pida luz a Dios, pues todavía tiene que trabajar bastante para disponer su espíritu a las comunicaciones divinas y vivir la vida interior. Las almas que han gustado de Dios y poseen su espíritu, estarán exentas de esta tentación. Para que Jesús nos estreche en sus brazos, saben por experiencia que hay que hacerse niños pequeños: El que sea sencillo, que venga a Mí; por lo tanto, necesitados en todo del auxilio de la madre. Dichosas mil veces las almas que sienten necesidad de María por verse pequeñas e incapaces de hacer nada de bueno por sí solas.

Fin de la asociación y quien puede tomar parte en ella.

El fin de la asociación es consolar a María con nuestro tierno y filial amor por el dolor que le causan tantos malos hijos, hermanos nuestros. Y como todos somos hijos de María, síguese que todos podemos tomar parte en esta Santa Liga de amor. Pero, si la Madre de la misericordia tuviera alguna preferencia, sería, cierto, para los que han sido pecadores, infieles a dios y a su maternal amor. A éstos, ¡oh, como los espera María para llenarlos de gracias!

A vosotros también os espera, ¡oh almas puras, que andáis por las calles y plazas en busca de Aquel que ha herido vuestro corazón. En el mundo jamás podréis encontrar el agua que apague la sed que os consume. Venid a la verdadera fuente; y por María, sin necesidad ni de libro, ni de maestro, encontraréis en vosotras mismas a Dios y de Él aprenderéis la ciencia que quien la sabe y lo sabe todo.

Y vosotras, almas consagradas a Dios, que vivís en la casa del Señor, para vosotras en modo especial está abierta esta fuente. Oíd este nuevo llamamiento del Señor, del cual todo bien procede. ¿Quién sabe si para muchas almas no dependan de este medio practicado fielmente sus progresos espirituales? ¿Llegar pronto a la cima de la santidad o ir con trabajo por el camino de una virtud ordinaria? – Dios ilumine a los Superiores para que encomienden la práctica de esta devoción tan sencilla y al fin se practique en todas las casas religiosas, por medio de la cual, tengo por cierto, se despierte un nuevo fervor en servir a Dios y en honrar y amar a su Santísima Madre.

Los mismos efectos producirán en las familias. Dichosas las madres que la enseñen a sus hijos, ¡que los primeros pasos que den sus inocentes sobre esta tierra de dolor, sean para visitar a María! ¡Qué las primeras palabras de sus bocas para invocar a María con el dulce nombre de Madre: “¡María Madre mía!”! Palabra que llena de inefable consuelo en medio del dolor. ¡Que pronto se acostumbrarían los pequeños, si antes de salir de casa para ir a la escuela, o al trabajo, y por la noche antes de acostarse, las madres le preguntasen si han hecho la visita a la Virgen. ¡Oh cómo les protegería Ella y los mantendría inocentes y limpios de corazón! ¡El lirio de la pureza conserva siempre su blancura en los corazones de que es Ella la guarda! ¡Dichosos los que merecen ser protegidos por María! Ella misma nos dice por boca de la Sabiduría: Quien me encuentre, poseerá la vida, la vida de la gracia en esta tierra, y la de la gloria eterna en el cielo.
* * *

Para animarnos a la práctica de esta devoción pensemos en el gran consuelo que tendremos en la hora de la muerte al recordar las visitas diarias hechas a la que sola puede darnos algún consuelo en aquel momento decisivo de nuestra eterna suerte; y mucho más si nuestros ojos moribundos pueden fijarse sobre las mismas estampas de las visitas. Nuestra tierna Madre en aquella hora en que nosotros ya no podemos ir a visitarla, vendrá Ella misma a consolarnos, asistirnos y llevarnos al cielo. Allá, todos los que hemos sido unidos en esta santa asociación, nos conoceremos y alabaremos y bendeciremos a Dios y a su Santísima Madre por habernos enseñado un medio tan fácil para alcanzar la gloria que con ellos eternamente gozaremos.

Acaso cuando leyereis estas líneas, que sólo el amor a tal María y la obediencia han hecho salir de mi pluma, yo haya pasado los umbrales de la eternidad; si entonces mi pobre alma está hecha capaz de beber en el manantial mismo que es Dios, me volveré yo también fuente para con vosotros todos los que practicáis esta devoción, y unida a mi querida Madre, Señora y Reina María Santísima, derramaré sobre vosotros en abundancia el agua de la vida eterna.

J. PASTOR.
20 de Junio de 1922.

D. S. B. 

1 El Excmo. Sr. Obispo de Salamanca aprueba esta práctica y concede 50 días de indulgencia por cada vez que en ella se recen estas oraciones u otras equivalentes.